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Inteligencia fitosanitaria: pensar para prevenir los riesgos

Atender los riesgos es uno de los principales pilares de toda gestión sanitaria. Requiere, primeramente, entender cómo esos riesgos se presentan y cuáles son las decisiones y procesos que se deben llevar a cabo para minimizarlos o evitarlos. Y para entender, es necesario conocer aquello que se está enfrentando.

Parece una verdad de Perogrullo, pero ¿cómo se podría prevenir el avance de una plaga como la langosta o el HLB si no se conocieran sus características, su comportamiento según las distintas condiciones ambientales y la forma en que se manifiesta en distintos agroecosistemas? ¿Cómo se podrían elegir y llevar a cabo acciones de fiscalización, cómo se podría lanzar un alerta si no se supiera de qué manera se transmite o se dispersa la plaga en cuestión? No tiene sentido exigir un tratamiento de frutos para evitar una plaga que no está presente en estos, ni tampoco limitar el traslado de semillas para evitar una plaga que no es transportada por ellas.

Abordar y gestionar problemas fitosanitarios a escala nacional, función ineludible del Senasa, requiere conocer múltiples variables. Algunas son muy específicas -como las relacionadas con la dinámica poblacional de una plaga- y otras, más complejas o generales. Estas últimas incluyen, por ejemplo, los sistemas de comercialización, las características propias de los territorios, las personas que los habitan, sus costumbres, sus intereses particulares y sectoriales, etc.

Por otro lado, se deben tomar en cuenta cuestiones relacionadas con la salud, el medio ambiente y la biodiversidad. En este sentido, se debe poder evaluar el efecto de la plaga y el uso de agroquímicos para su control sobre otros organismos vegetales y animales, el ecosistema así como sobre las poblaciones urbanas y periurbanas.

Entender estos riesgos permite priorizarlos para hacer más efectivas y eficientes las estrategias de intervención del Estado y de la sociedad, para protegerlos mejor de estas adversidades y salvaguardar el patrimonio fitosanitario argentino, necesario para mejorar la calidad de vida de la población, preservar los sistemas productivos nacionales e incrementar el potencial agroexportador.

Empezando por la base

Se entiende la inteligencia fitosanitaria como la gestión del conocimiento para apoyar la toma de decisiones fundamentadas y las acciones consecuentes en el manejo de los riesgos fitosanitarios.

La herramienta principal para la gestión del conocimiento es la base de conocimientos. Se la podría imaginar como una gran base de datos, pero en realidad es mucho más que eso: es un proceso que resulta de la generación, sistematización, análisis, interpretación y comunicación de información mediante la integración de herramientas tecnológicas innovadoras y de la interoperabilidad de los sistemas disponibles. Una base de conocimientos es, entonces, un repertorio de saberes relacionados e integrados.

Una forma de visualizar esto gráficamente es a través de la Figura 1, donde se representa, en forma de pirámide, cómo el conocimiento es generado a partir de datos que requieren ser organizados, sistematizados y analizados en forma continua.

 

El objetivo permanente del área de inteligencia fitosanitaria del Senasa -la Dirección de Información Estratégica Fitosanitaria de la Dirección Nacional de Protección Vegetal– es ir construyendo esta base de conocimientos para asistir en la toma de decisiones tanto de los gestores de riesgos a nivel estatal como de la comunidad en general. Esta construcción se realiza necesariamente en forma colaborativa, integrando y relacionando los distintos sistemas internos. Algunos ejemplos de estos sistemas son el Registro Nacional de Productores Agropecuarios (Renspa), que recopila información geolocalizada de productores y establecimientos; el Documento de Tránsito Vegetal Electrónico (DTVe), que registra los movimientos de productos y subproductos vegetales, o el Sistema Nacional de Vigilancia y Monitoreo (Sinavimo), que da información sobre la situación de las plagas en el país. También se trabaja en la integración e interoperabilidad de otros sistemas y bases pertenecientes a diferentes organizaciones, tanto nacionales como internacionales (Figura 2).

 

En todo este proceso de integración y operación conjunta son muchos los desafíos que hay que enfrentar, y el principal es que todas las personas, inclusive los ciudadanos en general, colaboren para que sea posible esta integración. En lo que concierne a la comunidad, esta colaboración se basa principalmente en brindar la información real y actualizarla cada vez que le sea requerida. Por su parte, el Estado, a través del Senasa y de los gobiernos provinciales y municipales, es el responsable de facilitar estas gestiones y garantizar que no impliquen un gasto innecesario ni que se vea afectada innecesariamente la actividad de los particulares. También es su responsabilidad poner el conocimiento a disposición del público, alertar sobre los riesgos y liderar el trabajo conjunto para su minimización.

El poder del conocimiento se conquista en el territorio

El conocimiento se gestiona territorialmente y los riesgos se establecen para un territorio definido en base a sus características particulares. Esto es así porque los cultivos y las plagas que los afectan se comportan de manera diferente según el lugar y el entorno que se presenten, también son diferentes los intereses de las comunidades que los habitan, y todos estos elementos deben considerarse para evaluar los riesgos y prevenirlos. Por ejemplo, una empresa productora de tomates bajo invernáculo seguramente va a actuar diferente y requerir distinto tipo de asistencia que un pequeño productor familiar del mismo cultivo ante la llegada de una plaga que no estaba presente en el país.

Cuando se trabaja territorialmente, es necesario constituir un abordaje matricial entre cadena productiva y territorio, realizar estudios geoestadísticos y geomáticos y tomar en cuenta las distintas interacciones que se producen en el mismo (por ejemplo: plaga/áreas urbanas y agrícolas, vías de acceso/áreas en peligro, etc.). Pero, principalmente, lo que fortalece el análisis es el diálogo permanente con los que se denominan referentes territoriales, que son personas o grupos de personas que, por su cercanía y experiencia, tienen un profundo conocimiento de las prioridades, los problemas y los riesgos que pueden estar afectando a un área en particular (Figura 3).

Integración de la información

Se requiere la integración de la información geográfica y temática en función de estándares normativos (Infraestructura de Datos Espaciales – IDE -). Una Infraestructura de Datos Espaciales (IDE) es un sistema informático integrado por un conjunto de recursos (catálogos, servicios, programas, aplicaciones, páginas web, etc.) que permite el acceso y la gestión de datos y servicios geográficos disponibles en internet, cumpliendo una serie de normas, estándares y especificaciones que regulan y garantizan la interoperabilidad de la información geográfica (Gobierno De España, Ministerio de Fomento). Estos elementos pueden compartirse, combinarse, estar permanentemente comunicados y actualizados con otros de otras instituciones o personas que cumplan con los mismos estándares.

En la Dirección de Información Estratégica Fitosanitaria del Senasa funciona una IDE, implementada sobre el software Geonode, la cual está en permanente desarrollo. Esta IDE interconecta y relaciona datos y mapas generados por distintas áreas del Senasa así como también por otras instituciones públicas o privadas, y, de ese modo, permite el acceso rápido y seguro a toda la información disponible para poder analizarla y gestionarla en el territorio (Figuras 4 y 5).

Modelizar escenarios para poder manejar riesgos y prevenir mejor

Se debe pensar y evaluar, siempre que sea posible, antes de que los problemas ocurran o se agraven. Todas las herramientas mencionadas hasta ahora ayudan a prevenir, al permitir disponer de mayor cantidad y calidad de información.

A partir de toda la información disponible, y empleando distintas técnicas estadísticas, se puede desarrollar modelos, que son representaciones de la realidad. En una primera instancia, se hace con datos actuales, para identificar lugares o situaciones donde existe un mayor riesgo fitosanitario. Estos estudios y sus resultados son aportados para que otras áreas del Senasa, principalmente las Direcciones Regionales, puedan realizar un trabajo más efectivo, llevando a cabo controles más certeros, implementando fiscalizaciones inteligentes y tomando medidas adaptadas a la realidad de cada territorio y a cada situación identificada (Figuras 6 y 7).

También se puede trabajar con datos pronosticados, lo que permite adelantarse con cierto grado de probabilidad a situaciones futuras. Así, se buscan escenarios futuros que puedan presentar mayor riesgo, como la aparición de una nueva plaga o la evolución en la dinámica poblacional de alguna ya presente al cambiar las condiciones climáticas o cualquier otro elemento del ambiente productivo (por ejemplo nuevos cultivos o variedades, distintas formas de manejo, etc.). Incluso, se pueden predecir problemas en las exportaciones, si se trata de plagas reguladas en el comercio internacional.

El objetivo es, siempre, trabajar mancomunadamente para proteger el patrimonio fitosanitario, preservando y mejorando la calidad de vida de la población, además de fortalecer la capacidad Argentina como país proveedor de alimentos sanos y seguros.

Fuente: Infocampo

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