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Legumbres de invierno: todo para la planificación e implantación

Arveja

Si bien el área de arveja en Argentina creció en el último año, las exportaciones rondan las 60-75 mil tn, volumen muy disociado de una demanda mundial que crece a tasas de 400-600 mil tn/año.

Según explica Gabriel Priteo (INTA), “con un 60% de suelo ocioso en invierno, el cultivo tiene mucho para aportar”. Pero uno de los pendientes para dar el salto es la genética: más del 80% se siembra con arveja verde cuando el mercado más grande es el de amarilla. “El abanico de variedades es escueto y antiguo, en gran parte por la falta de una Ley de semillas que aliente el ingreso de nuevos materiales. La falta de pureza genética nos resta confiabilidad como país proveedor de una industria que busca materia prima uniforme: el intercambio de semillas está desregulado y esto se paga a la hora de vender”, destaca el especialista. Otro de los cuellos de botella es su susceptibilidad a enfermedades, siendo desaconsejable volver con arveja a un mismo lote antes de los 2-3 años.

Como puntos fuertes, es un buen competidor contra malezas y un potenciador de la performance del cultivo de verano: “La arveja se cosecha antes y consume menos agua que el trigo. Un maíz sobre trigo rinde un 20-25 % menos que sobre arveja. Además, deja un mejor balance de N”, agrega Prieto.

A la hora de hacer cuentas, Prieto recomienda considerar la rotación y no el cultivo: “En los últimos años de lluvias escasas, los márgenes arveja/maíz y arveja/soja fueron abismalmente mayores que los de trigo/maíz y trigo/soja, que en muchas regiones fueron nulos”.

Otro potencial es el agregado de valor: su uso para corte de harinas de trigo aumenta el valor proteico de harinas para panificación. Es una harina apta para celíacos, que no requiere solventes en el proceso de extracción y es no OGM, todos atributos valorados por la industria. La arveja de menor calidad es un excelente complemento de dietas en bovinos y porcinos. “Reemplazos del 30% de la dieta bovina con grano entero de arveja permiten mejores aumentos de peso vs. grano entero de soja”, explica Prieto.

Jorge Staffolani pertenece a Uranga Trading, firma socia de Aapresid del sur santafesino que apuesta a esta legumbre. Como claves de éxito, destaca estar atentos a la elección de herbicidas en antecesores para evitar fitotoxicidad y al correcto tratamiento de semillas con fungicidas e inoculantes, recomendando duplicar dosis en lotes sin cultura arvejera. El buen secado a cosecha es clave para un mercado que no permite trazas de glifo.

Garbanzo

Julieta Reginatto (Granaria) explica que las 3 variedades más sembradas en nuestro país son Kabuli. Ariel Masgrau pertenece a Tecnocampo, firma que hace garbanzo – entre otras especialidades – como alternativa a trigo y con el objetivo de diversificar riesgos y buscar diferenciales de precio.

Concentran el cultivo en el centro y norte de Córdoba, donde hay menos heladas y el clima más cálido y seco reduce el riesgo de enfermedades. “Elegimos lotes bien drenados, que no tengan pH salino-sódicos y libres de malezas; esto último dada la escasa oferta de herbicidas para la legumbre”, cuentan. En esa línea, Terbyne (Sipcam) aparece como uno de los pocos productos para lidiar con Rama negra en preemergencia y con buen desempeño en post-emergencia para parietaria.

Una de las claves para un cultivo exitoso es el uso de barrerastrojo en la siembra. “Permite apurar la emergencia y el desarrollo inicial vigoroso, cuestiones clave dada su susceptibilidad a heladas, que pueden ocasionar pérdidas del 100%. Apuntamos a estrechar la distancia entre surcos de 52 a 42 y 35 cm para mejorar la cobertura de esta legumbre de crecimiento inicial lento”, explican.

Sobre la sembradora, Leandro Cuñe (Agrometal) destacó la importancia de un buen sistema de descarga: buen diámetro de la manguera, uso de dosificadores neumáticos con buena garganta de alimentación y caños de descarga de semillas especiales para garbanzo.

Gabriel Carini de Rizobacter habló de la inoculación, que implica diferencias en rinde de 800-1000 kg/ha. Otro punto es el manejo de rabia, principal enfermedad del cultivo. “La detección temprana es clave, por lo que intensificamos los monitoreos de primavera (en especial después de lluvias y temperaturas frescas), además de sembrar semilla sana y no hacerlo en lotes que hayan tenido garbanzo en los últimos 2 años. Los fungicidas tienen poca residualidad ante la gran capacidad de reinfección de la enfermedad”, dijo.

Un problema que crece son los hongos de suelo como Fusarium y Rizoctonia. “No hay post-emergentes efectivos por lo que el uso de semilla sana y el tratamiento con curasemilla son clave. A este último lo combinamos con productos biológicos como Trichoderma para alargar la protección”, agregó.

Masgrau advirtió que en la cosecha es más importante prevenir pérdidas de calidad que de kilos: revolcado de malezas, manchas y roturas del grano. “Estamos probando el corte-hilerado como alternativa al secado químico, pero si bien se evitan residuos en grano aumentan los riesgos de pérdida de calidad por efecto de las lluvias”, indicó.

Masgrau habló del potencial de agregado de valor de la legumbre – como el cocido y enlatado – y advirtió que el principal desafío en ese camino es el logro de una materia prima de calidad e inocua.

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Fuente: Infocampo

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